—¡Enorme!
Cuando hubimos dejado bien sentadas las innumerables ventajas de la salud sobre la enfermedad, me permití preguntarle a la criada de mi amigo: —¿Y qué se le ofrece al señorito?
—Me ha dado esta carta para usted y me ha dicho que espere contestación.
Rompí el sobre y leí, no sin asombro, las líneas siguientes: Querido Arkady: Perdona mi largo silencio. Recuerdo que la última vez que nos vimos—hace cerca de un año y, si no estoy trascordado, en el teatro—me pediste prestados cien rublos, pues era sábado y no podías retirar dinero del Banco hasta el lunes. Desgraciadamente, no me fué posible complacerte; pero ahora, si sigues necesitando los cien rublos, tendré mucho gusto en serte útil. Mi bolsa está a tu disposición. Contéstame y no tengas inconveniente en hacerlo con extensión: la criada esperará.
Recibe un cordial apretón de manos de tu buen amigo TON VASILISK.» —Esta carta—pensé—, o ha sido escrita en un estado de embriaguez digno de un cochero, o es un síntoma de parálisis general progresiva.
Sin embargo, le escribí a Ton unas líneas muy cariñosas, dándole las gracias por aquella inesperada muestra de afecto.
Al entregarle la contestación a la criada, inquiri: