—¿Central? ¡77—18! ¡Gracias! ¿Con quién hablo?...
¡Hola, Eduardo! ¿Qué tal? .. Escucha: soy intimo amigo del director de la revista Satirikon, y quiero que le surtas, de hoy en adelante, de papel; pero haciéndole una rebajita. ¡Ya ves, es un buen parroquiano!... ¿El cinco por ciento? ¡No, no, el quince!... ¡Nada, nada, el quince, no seas tacañol ¡Tengo un gran interés!... ¡Gracias! En seguida se te pedirá una remesa. ¿Por qué no fuiste anoche al círculo?... ¿Una aventurilla? ¡Ah, granuja!... ¿Mañana, a las siete, para comer juntos?
¡Encantado! No faltaré. ¡Adiós! No dejes de dar órdenes respecto al papel del Satirikon... ¡Muchas gracias!
El joven colgó el auricular y se sentó de nuevo.
—¿Ve usted?... Ese quince por ciento supone un ahorro anual de consideración. ¿Cuánto papel consumen ustedes al año?
Contesté a esta nueva pregunta.
—El ahorro asciende, pues, a cinco mil rublos. O sea a cincuenta mil rublos cada diez años, a quinientos mil cada siglo.
Incliné la cabeza bajo el peso de aquellas cifras, turbado como un criminal ante un juez implacable.
III
Edipo Rey se había sentado en mi sillón y tomaba notas en su carnet.
— Veo que no tienen ustedes anuncios de Bancos.
— Los Bancos—repuse —vistas satíricas.
—no se anuncian en las re-