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ONCE ELEFANTES
I
Strapujin me cogió la mano y me preguntó con emoción visible:
—¿Qué oído me chilla?
—¡Hombre, tú sabras!
—¡Claro que lo sél Pero se trata de que tú lo adivines.
—¡Ah!... No es muy difícil. Si tuvieras una docena de orejas...
—Bueno. ¿Cuál de las dos me chilla? ¡Dil — ¡La izquierda!
—¡Bravo! ¡Has acertadol Yo me sonreí como un hombre acostumbrado a los aciertos.
—Poseo el don de la adivinización. ¿Pero a qué obedecía tu interés en que adivinase?
—Existe una creencia, según la cual, si se adivina qué oído le chilla a un ser humano, se realiza lo que en el momento de la adivinización desea el propietario del oído.
—¿Y qué deseabas tú?
—No puedo decirtelo.