durara en la inocencia primitiva
fuera inútil entonces la riqueza.
Cada cual dió de balde antiguamente
lo que dió para ser comunicable
naturaleza, y yendo lentamente
el interés y la maldad creciendo,
á trueque de castañas y bellotas
el amor en las selvas resonantes
los cuerpos juntó allí de los amantes.
Mas la codicia femenil á horrendo
punto llegó: muy mal las ha enseñado
el hispano Alejandro de las putas;
llenólas de oro ya que no de leche,
y mala obra á los pobres ha causado.
Tú sigue el ejemplar muy ajustado
del hijo que no excede de la tasa
pues dice «mi alto honor; mi ilustre casa»
¿qué conexión tendrá con su trabajo
ya la mujer, que ni aun la propia quiere
sin dádiva especial estar debajo?
La boca de un amigo á quien quisiere
más informe, responda: el pobre viejo
si á su esposa el catalán pellejo
henchir de algún abate le antojaba
tanto más cuanto el precio ella ajustaba
como líbra de peras, y no quiso
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FERNÁNDEZ DE MORATIN