vió que yo abria los ojos sus esclamaciones de gratitud y de alegría escitaron alternativamente la risa y las lágrimas de los hombres de rudo semblante que nos rodeaban. Pronto me fue esplicado el misterio de nuestra conservacion.
El ballenero nos habia echado á pique navegando hacia Nantucket con todas las velas que podia aventurar en aquella borrasca, y corriendo hácia nosotros en ángulo casi recto. Algunos hombres iban de vigía en la proa; pero no vieron nuestra barca hasta que fue ya imposible evitar el encuentro: sus gritos de alarma fueron los que tanto me aterraron. Segun me dijeron el enorme buque habia pasado sobre nosotros con la misma facilidad con que nuestra barquilla hubiera pasado sobre una pluma, y sin el menor desórden en su marcha. Ni un grito habia salido del puente de la canoa martirizada; solo se oyó un ligero ruido como si algo se rasgase, que se mezcló con el mugido del viento y del agua cuando la frágil barca, ya sumergida, fue oprimida y como cepillada por la quilla de su verdugo; pero no hubo mas. Creyendo que nuestra barca, que como ya hemos dicho, estaba desarbolada, no era mas que un casco desechado, el capitan (capitan E. T. V. Block de New-London), iba á seguir su derrotero sin pensar mas en la aventura. Por fortuna los hombres que estaban de vigía juraron