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Aventuras

Pero aquí hay tres rastros de los mismos pies, aislados.—Sacó una lente, y se echó sobre su impermeable, para ver mejor, hablando siempre más consigo mismo que con nosotros.—Estos son los pies del joven Mc. Carthy. Dos veces anduvo, y una vez corrió rápidamente, por lo cual las suelas están impresas profundamente y los tacos apenas son visibles. Esto comprueba su versión, corrió cuando vió á su padre en el suelo. Luego, aquí están los pies del padre, de cuando se paseaba de un lado para otro. ¿Y esto qué es, entonces? La culata de la escopeta del hijo, puesta en tierra por éste mientras escuchaba. Y esto? Ja, ja! ¿Qué tenemos aquí?

¡Puntas de pies, puntas de pies! Y cuadradas, botines bastante poco usuales. Vienen, van, vuelven á venir... por supuesto que en busca del sobretodo. Ahora ¿de dónde vinieron?

Corría de un lado para otro, á ratos perdiendo el rastro, á veces encontrándolo, hasta que nos encontramos ya dentro del lindero del bosque, y bajo la sombra de una alta haya, el árbol más grande del lugar.

Holmes se dirigió al lado más lejano de este árbol, se echó, con la cara contra el suelo una vez más, y lanzó un débil grito de satisfacción.

Durante un largo rato permaneció allí, revolviendo las hojas y ramas secas, poniendo dentro de un sobre algo que á mí no me pareció otra cosa que polvo, y examinando con su lente, no sólo el suelo, sino también la corteza de