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de Sherlock Holmes

dió usted la voz de alarma, é hizo usted arrestar á ese desdichado. Después, usted...

Ryder se arrojó bruscamente al suelo, y de rodillas se abrazó á las piernas de mi compañero.

—Por amor de Dios, compadézcase usted de mil—gimió.—Piense usted en mi padre, en mi madre' Los dos se morirán de pesar. ¡Nunca volveré á cometer una falta, nunca: lo juro! Lo juraré sobre la Biblia. Oh! No haga usted que la justicia intervenga! ¡Por el amor de Cristo, no lo haga usted!

—Vuelva usted á su sillal—le dijo Holmes, severo. Está muy bien el arrastrarse y llorar ahora; pero poco ha pensado usted en ese pobre Horner que está preso por un crimen del que nada sabe.

—Huiré, señor Holmes; saldré del país, y entonces desaparecerá mi acusación contra él.

—Hum! Ya hablaremos de eso. Y ahora, hágaños usted un relato exacto del segundo acto.

¿Cómo fué á dar la piedra al buche del ganso y el ganso al mercado público? Díganos usted la verdad, porque en eso reposa para usted la única esperanza de salvación.

Ryder se pasó la lengua por los resecos labios.

—Voy á decir á usted exactamente lo que sucedió—dijo. Una vez que Horner fué arrestado, me pareció que lo mejor que yo podía hacer era salir inmediatamente del hotel con la