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de Sherlock Holmes

Ah! Esa fué una desgracia. Entonces, se arregló el casamiento para el viernes. ¿Debía ser en la iglesia?

—Sí, señor, pero en forma muy privada. Iba á ser en San Salvador, cerca de King's Cross, y después almorzaríamos en el hotel San Pancracio. Hosmer vino á buscarnos en un hamson; pero como los tres no podíamos caber en el coche de dos asientos, nos puso á los dos en éste y él entró en un cupé, que la casualidad quiso fuera el único en la calle en ese momento. Nosotras llegamos primero á la iglesia, y cuando el cupé se detuvo, miramos para verle salir, pero no salió, y cuando el cochero bajó de su asiento y miró, no había nadie adentro. El cochero nos dijo que no podía imaginarse lo que había sido de él, pues con sus propios ojos lo había visto entrar en el coche. Esto sucedía el viernes último, señor Holmes, y desde entonces no lo he visto ni he sabido nada que arroje la menor luz sobre su misteriosa desaparición.

—A mí me parece que usted ha sido víctima da un proceder en extremo vergonzoso.

—10h, no, señor! Hosmer era demasiado bueno y cariñoso para dejarme así. ¡Qué! Si toda la mañana había estado diciéndome. que, sucediera lo que sucediera, yo debía serle fiel; y que, aun si ocurría algo imprevisto que nos separara, tenía que acordarme siempre de que estaba comprometida con él, y que él vendría tarde ó temprano á reclamarme el cumplimiento de mi