Página:Azabache (1909).pdf/173

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 169 —

ba ni me castigaba con el látigo, porque no fuese más de prisa. Me quería mucho, y mi mayor gusto sería estar aún en su poder; pero lo trasladaron á una gran ciudad, y me vendió á un labrador. Tú debes saber que algunos labradores son excelentes amos, pero el que me compró era todo lo contrario. Para él no tenía importancia un buen caballo ó un buen estilo de gobernarlo; lo que quería era ir siempre corriendo. Yo corría cuanto podía, pero esto no me libraba de tener constantemente el látigo encima, y entonces contraje este vicio de saltar hacia adelante, para librarme del castigo. Las noches de mercado acostumbraba estar hasta muy tarde en la posada, y entonces el regreso á casa era á todo galope.

Una noche obscura me llevaba á la carrera, como de costumbre, cuando de pronto, una de las ruedas tropezó contra una gran piedra que había atravesada en el camino, y volcando el tílburi, el hombre fué despedido á varios pasos de distancia, rompiéndose un brazo y varias costillas, según creo. Aquello fué el fin de mi permanencia en su poder, lo cual no sentí lo más mínimo; aunque comprenderás que en todas partes me irá lo mismo, si los que me guíen quieren que vaya de prisa. Cualquier cosa diera yo por tener las piernas más largas.