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paces de robar el alimento á un pobre animal que no puede quejarse.-Y volviéndose á un criado que había venido para sujetarme, añadió :Dé usted á este animal un buen pienso de avena, sin escaseárselo.

Tenía razón aquel señor; si yo hubiera podido hablar, habría dicho á mi amo adonde iba á parar mi comida. Sarmiento acostumbraba venir todas las mañanas á las seis, y con él un muchachito que siempre traía consigo una cesta cubierta. El muchacho entraba con su padre en el cuarto de los arneses, donde estaba el cajón del pienso, y cuando dejaban la puerta entreabierta, yo podía verlos llenar un saquito con avena, y en seguida se retiraba.

Cinco ó seis días después de la escena en casa del labrador, vi que una mañana, apenas el muchachito había salido de la caballeriza, se abrió de nuevo la puerta y entró un policía conduciéndolo cogido de un brazo; venía detrás otro policía, que cerrando la puerta por dentro, dijo:

-Enséñame el sitio donde tu padre guarda el grano para sus conejos.

El muchacho parecía estar muy asustado, y empezó á llorar; pero no había escapatoria, y tomó el camino hacia donde estaba el arcón del pienso. Allí encontró el policía otro saquito vaVol. 377 Azabache. -12