Página:Azabache (1909).pdf/43

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 39 —

á ellos. Para mí no hubo un amo bondadoso como el tuyo, que me hablase y me mimase. Jamás oímos una palabra de cariño del hombre á cuyo cuidado estábamos. No quiere esto decir que nos maltratara, pero todo en él se limitaba á que no nos faltase qué comer y un abrigado alojamiento en el invierno. Inmediato á la cerca de nuestra pradera cruzaba un camino, y, con mucha frecuencia, los muchachos que pasaban nos arrojaban piedras para hacernos correr. A mí nunca me alcanzó ninguna, pero un joven potro fué gravemente herido en la frente, donde creo que conservará una cicatriz mientras viva. Aquello nos hacía más bravíos, y desde luego se nos metió en la cabeza la idea de que los muchachos eran nuestros enemigos. Pasábamos muy buenos ratos en aquellos campos, retozando unos con otros, galopando arriba y abajo, ó descansando á la sombra de los árboles; pero, cuando llegó el tiempo de mi doma, la cosa cambió de aspecto, y empezó una época muy dura para mí. Varios hombres se me acercaron una mañana, hostigándome hasta acorralarme en una esquina del cercado; uno de ellos me agarró por las crines, otro por las narices, oprimiéndomelas hasta no dejarme respirar apenas, y otro me echó ambas manos á las quijadas, forcejeando hasta que me hizo abrir la boca, y de este modo me pu-