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—Creo que la vamos á curar, Juan— dijo el amo.

—Sí, señor; ya ha adelantado hasta el extremo de ser otra que cuando vino. Eso son las pildoras de Buenavista— añadió riendo.

Dichas píldoras, según Juan, eran infalibles para curar el caballo más resabioso: se componían de paciencia, bondad, firmeza y caricias, una libra de cada cosa, disueltas en medio cuartillo de sentido común, y administradas al caballo todos los días.