parejas de enamorados, hermanos y hermanas, grupos de caballeritos irreprochables: todo en la confusión, de los rostros, de las miradas, de los colorines, de los vestidos, de las capotas, resaltando a veces en el fondo negro y aceitoso de los elegantes sombreros de copa, una cara blanca de mujer, un sombrero de paja adornado de colorines, de cintas o de plumas, o el inflado globo rojo, de goma, que pendiente de un hilo lleva un niño risueño, de medias azules, zapatos charolados y holgado cuello a la marinera.
En el fondo, los palacios elevan al azul la soberbia de sus fachadas, en las que los álamos erguidos rayan columnas hojosas entre el abejeo trémulo y desfalleciente de la tarde fugitiva.
VIII
Estáis en los misterios de un tocador. Estáis viendo ese brazo de ninfa,
esas manos diminutas que empolvan el haz de rizos rubios de la cabellera
espléndida. La araña de luces opacas derrama la languidez de su
girándula por todo el recinto. Y he aquí que al volverse ese rostro,
soñamos en los buenos tiempos pasados. Una marquesa contemporánea de la
dama de Maintenón,