que de la quinta, a la mañana siguiente, en la umbría apartada y silenciosa, entre los blancos cisnes del estanque, está pintada con tal arte que parece verdad.
La ninfa huye y queda burlado el poeta; pero en el almuerzo, dice luego la cortesana:
«—El poeta ha visto ninfas.»
«Todos la contemplaron asombrados, y ella me miraba como una gata, y se reía, se reía como una chicuela a quien se le hiciesen cosquillas.»
El velo de la reina Mab es precioso. Empieza así:
«La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se coló un día por la ventana de una boardilla, donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes, lamentándose como unos desdichados.»
Eran un pintor, un escultor, un músico y un poeta. Cada cual hace su lastimoso discurso, exponiendo aspiraciones y desengaños. Todos terminan en la desesperación.
«Entonces la reina Mab, del fondo de su carro, hecho de una sola perla, tomó un velo azul, casi impalpable, como formado de suspiros o miradas de ángeles rubios y pensativos. Y aquel velo era