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La policia habia hecho cuantas indagaciones estuvic- ron á su alcance.
Coordinando datos, sospechas y afirmaciones de los mismos testigos, no cabia la menor duda de que el cadá- ver fué transportado en la tartana de Alzaga; pero, ¿adón- de? La justicia supuso, y no suponia mal, que lo habrian enterrado en la quinta de la familia de aquél y comisionó á un comisario para que hiciese las más minuciosas inda- gaciones.
El comisario, acompañado de hombres expertos, se trasladó á la quinta, y llenados todos los requisitos legales, procedió al más minucioso examen en cuanto rincón alli habia, examinando el terreno detenidamente; pero todo fué inútil: ¡ni el más pequeño rastro! ¡Y sin embargo, no se les ocurrió que el cadáver podría encontrarse en el fondo de la noria vieja!
¡Nada les llamó la atención; ni siquiera los ladridos del mastin atado á una cadena, que se debatía furioso desde que llegaron hasta que se fueron, ladrando hacia aquel punto!.. Era natural: ¡el perro ladraba al ver aquella gente extraña en la quinta!
¡Y contaban después, los viejos quinteros de Santa Lu- cia, que, á los pocos dias, unos muchachos que iban con frecuencia á la quinta á cazar pajaritos furtivamente, no- taron que el perro aquél, con el que se habian hecho muy amigos, se hallaba suelto y les ladraba y corria hacia la noria; que alli se detenia gruñendo y meneando la cola, mirándolos con tanta significación, que los muchachos se acercaron, é impulsados por el gesto del perro, se asoma- ron al pozo y vieron un brazo humano, descarnado, que señalaba al cielo! Ellos, llenos de terror, corrieron á casa del alcalde á darle cuenta. El alcalde llegó inmediata- mente, corroborando lo qus aquellos muchachos vieron. Un brazo descarnado, cuya mano descarnada también, se- ñalaba al cielo, y tras el brazo, un cuerpo de hombre...
«El jueves (24 de Julio) á la una del día — dice La Ga- ceta—tuvo parte el jefe de policía, dado por el alcalde de Barracas, donde le avisaba que la circular librada por el
