Página:Barreda Cronicas.djvu/183

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

VIII

La sorpresa

Pero no habian aún acabado de repartirse los siete mil pesos del robo y demás saqueo hecho en la aldea de las Viboras, cuando un nuevo espia se presentó á Palomino trayéndole noticias de las fuerzas que contra la banda habia enviado el comandante del regimiento de volunta- rios de la Colonia del Sacramento, don Francisco Albin. Estas fuerzas eran á las que se referian la correspondencia ya citada; pero, también le habló de las otras, compuestas de vecinos de aquel punto, al mando «del esforzado y pru- dente joven subteniente Casas,» que se adelantarian á aquéllas para sorprenderlos.

Y algo muy grave é inesperado debió agrogarle cuan- do, demudándosele el semblante á Palomino y lanzando el más feroz de sus juramentos, exclamó:

—¡Ah, perra Ipona!.. ¡Conque ahora nos traicionas en favor de los que hacen guerra á tu tribu!.. ¡Tú, la hija predilecta de los charruas y la única mujer á quien yo he respetado más que á mi madre, sirviéndoles de guia 4 nuestros perscguidores!.. ¡No lo creeria, Juan Sánchez, si