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¡Cuando éste llegó se encontró con un cadáver!
¡En la madrugada del 30 de Enero sucumbió Felicitas Guerrero de Alzaga, cuando todo le sonreía y cuando se hallaba en la plenitud de la vida!
¡Y en la mañana del 31 fueron conducidos sus restos al cementerio de la Recoleta y allí se encontraron, à la misma hora, con los de Enrique Ocampo, su matador!
¡Siete años después, la familia Guerrero, que heredó aquella cuantiosa fortuna, erigió el suntuoso y piadoso oratorio que lleva é inmortaliza un nombre en el martirologio de las pasiones humanas y en los anales de los crimenes atroces!
He ahi la tradición de la Capilla de Santa Felicitas.