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jamás, lo mismo que Arriaga, soñó mancharse un dia con la sangre del crimen; del corazón de un hombre, en fin, que después de haber cometido el asesinato más aluvoso del mundo, sintióse doblemente martirizado por el torce- dor remordimiento de su conciencia, y los horribles efectos producidos por el exceso de las vibraciones sin tregua, y llevados á postreros extremos; causa, ésta segunda, de su perdición y de la de Arriaga, el menos culpable de sus cómplices, y que obedeció, á su vez, á la falta de energia de sus caractores, base priucipal y grandiosa de la felici dad de todo hombre de bien.

Aque!los pasajes de Alzaga, montado en su soberbio caballo de raza, al doscender, las tardes subsiguientes á la noche del crimen, por delante de la noria, tumba insos- pechable de su víctima, que en vida le demostrara tan ge- neroso afecto,hace gemir el corazón de pena.

¿Y la confesión del mismo, sobre su complicidad en el crimen, cuando se halla en la quinta de su amigo Terrado, impulsado por los terribles vapores del alcohol?.. Esta otra plumada de usted, señor Barreda, es de mano maestra, ca- racterizada por un rasgo psicológico sorprendente. ls el caso en que se halla todo hombre, cuando comete un acto cualquiera, en contra de su conciencia, y á quien exaspe ra, la ira que le produce el mismo reconocimiento y pesar de su falta, ante los amigos, á los cuales, en ese instante, conceptúa, con razón, superiores á él, cuando le miran con la frialdad propia de un juez severo, que acaba de causar- le su indebido proceder.

Luego, la despedida sin término del niño, su hijo tier- no é inocente, que duerme en la cuna, unido al reproche execrable de la bella esposa, atormentada por la vergúen- za y el espanto que le causa el bárbaro crimen de su ma- rido, á la vez que por el recuerdo de lo que aquél hubo sido antes de degradarse repentinamente á ese extremo, y por último, el adiós para siempre, dado á su hermano, forman también un conjunto de escenas desgarradoras.

¿Y después?.. Después..., montar el criminal en su ca- ballo otra vez, y seguir vagando por los campos, más solo