por el boquete de Villarica, en el año que dejamos recordado.
Causó aquella relacion, mezclada de tantas lástimas i maravillas, impresion honda i duradera en el ánimo de los pobladores de Penco, de suyo inclinados a los portentos de que todos vivian rodeados, mas o menos, en aquella época verdaderamente mitolójica. Por otra parte, si el tejido del drama de esa suerte revelado, podia estar envuelto en vívido prisma de fábulas i primores, su fondo era en sí mismo no solo verosímil, sino verdadero.
Habia ocurrido en el Estrecho de Magallanes el naufrajio de un barco densamente tripulado, hacia un cuarto de siglo. ¿Qué se habia hecho aquella jente, sus capitanes, sus soldados, sus mujeres?
Habian arribado a un puerto de Centro América por aquella misma época, en mal acondicionado esquife, tripulado de improviso, catorce hombres en demanda de una misericordia que no hallaron para sus abandonados compañeros. ¿Cómo pudieron forjar tal mision i arrastrar tales peligros los navegantes por una falsedad?
Al contrarío, desde su arribo al Realejo en 1540 o 41, cuando Pedro de Valdivia echaba los cimientos de Santiago, habíase divulgado, a guisa de popular leyenda, aquel caso estrado no solo en las