pero que todos habian muerto «sin dar razon dónde ni cómo».
I es curioso esto que de una simple palabra mal pronunciada por un indio bárbaro, a manera de papagayo, como la de huinca o viracocha sacaran argumento los Cesaristas para afirmarse en su creencia i avivar su propaganda. De la misma manera, no recordamos qué autor asegura que los tártaros hablaban latin, porque cuando álguien estornudaba en su presencia, decían: Dominus recum u otra jerigonza por el estilo; i hai otro que ha atribuido al Draque el cuento de que los indios de California sabian decir amen, como los araucanos dicen em, como partícula de cariño, o emaí por sí. Los ingleses que leen el latin a su manera, dicen tambien emen, i todo esto se parece al miserere que, al decir de muchos, cantan los chivateos cuando los desuellan vivos...
No les hacia tampoco fuerza a aquellos buenos hombres, la reflexion de que, aun siendo verdadera en su esencia la relacion de los andaluces de Arguello, habia pasado ya cerca de un siglo de tiempo desde la época del naufrajio, i que en tan largo trascurso de abandono i privaciones, los náufra-