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VI
PROLOGO.

pos muy recientes, la república de Colombia. Después abrazó el estado eclesiástico y obtuvo el beneficio de Tunja, en lo que se llamó entonces nuevo reino de Granada. En una y otra situacion contrajo relaciones íntimas y tuvo frecuente trato con muchos de los hombres mas distinguidos que figuran en aquellas grandiosas hazañas.

Este descuido de los contemporáneos de Juan de Castellanos es tanto mas notable, cuanto que su obra está muy lejos de esa trivial medianía que justamente desdeñan los hombres de saber y buen gusto. El autor no quiso elevarse á la altura de la poesía épica; no quiso rovestir su narracion con las galas de la fantasía, ni darle esas formas artificiosas que nunca se emplean sino á costa de la verdad. Menos ambicioso que Lucano y Ercilla, solo consagra sus esfuerzos á preservar del olvido hechos notables y circunstancias graves y curiosas. No es un poeta creador: es un historiador escrupuloso, que prefirió la octava rima á la prosa, quizás para recrear con este agradable ejercicio los últimos años de su vida, ó quizás también, porque á ejemplo de Ovidio, quod tentabat dicere versus erat. A esta segunda opinion nos inclinan su facundia inagotable; la increible facilidad de su versificacion, la cual, generalmente correcta y fluida, aunque á veces demasiado trivial y desaliñada, no se detiene en los obstáculos que le ofrecian la exactitud numérica de las fechas, ni los estraordinarios nombres de los indios y de los puntos geográficos de las regiones que habitaban. Las escenas terribles y las graciosas; las batallas mas sangrientas y las caminatas mas dificiles; fiestas lucidas, cultos solemnes, paisajes floridos y voluptuosos, espectáculos naturales, llenos de horrorosa grandiosidad, todo se presta con igual holgura y lijereza al ritmo de este grande y fecundo versificador; para todo encuentra en su imaginacion fértil y variada ritmos sonoros, cortes de verso naturales, consonantes propios y escogidos, y frases, si no eminentemente poéticas, & lo menos elegantes, bien construidas y muy raras veces torcidas de su prosodia, para formar la cadencia legitima y llenar el número requerido.

Sus defectos son los comunes en su siglo; los mismos en que incurrieron los que mas lustre le dieron con sus producciones inmortales: anacronismos insignificantes, ostentacion pedantesca de importuna y mal traida erudicion, ignorancia de las ciencias naturales envueltas todavía en la infancia, inversion no motivada de sucesos, y esa propension á retruécanos y antitesis que bajo diversas formas se reproduce en todas las épocas literarias, y de que no supieron preservarse los mayores ingenios de la antigüedad.

Mas estas imperfecciones estan mas que suficientemente compensadas por algunas dotes, tanto mas gratas á la generacion presente, cuanto mas escasean algunas de ellas en los trabajos literarios de nuestro siglo. Distinguimos entre estas cualidades preciosas la paciencia investigadora que supone la acumulacion de tantos sucesos, el interés dramático de tan estraordinarias virtudes, la exactitud en la descripcion de las localidades, el arte con que escita la curiosidad del lector, graduando diestramente el desarrollo de los incidentes con que la satisface; por último, esa sencillez candorosa que toda la obra respira, reflejo de un alma recta y pura, consagrada al culto de la verdad y ajena de todo lo que pudiera torcerla y ofuscarla.

Prendas de tanto valor y tan justamente apreciadas por los aficionados a la buena lectura, nos autorizan á creer que el público aceptará las Elegías de Castellanos, como uno de los mayores esfuerzos que á costa de grandes dispendios y trabajos ímprobos hemos empleado para desempeñar las condiciones de nuestro programa, y continuar mereciendo la acogida benévola que han merecido los tomos precedentes de nuestra coleccion.