Página:Biblioteca de Autores Españoles (Vol. 32).djvu/391

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
349
COMPOSICIOXES VARIAS.

Con nmbicioso vuelo,
Neg; i(lo al lumilnc, y oscalar violento
Tentó Nenilirold cielo.
Naitu (üricil es á los morhiles,
¿Qué no nionles luillatuos?
Y á Dios, lie lurins llenos infernales,
Mal enojar osamos.
Y nuestra vida torpe no consiente
Con vicios portentosos
Que deponga su diestra omnipotente
Los rajos espantosos.


XI[1].

El entero varón, de culpas puro,
Por de ([uiera sin lleelia eiiherixilada
Y sin arco, Sabino, y sin cargada
Aljaba irá seguro,
Ora atraviese páramos desiertos,
De humanas plantas no jamus hollados,
Ora cerradas breñas ó empinados
Y mal seguros puertos.
Tal vez pasé con religioso antojo
De ver el gran pastor que el Vaticano
Mora, los montes donde el aí ricano
Caudillo perdió un ojo;
Y de Flora cantando la belleza.
Sin armas, con que del me defendiera,
Huyó un lobo de mí, que mayor fiera
No vio naturaleza.
Véame pues en la región ardiente.
Negra y estéril, con eterno estio;
Véame en la que siempre abrasa el frío,
Y al sol no ve luciente;
Que en enanto el cielo vueltas multiplica
Para que el sol al mundo luz envié
Amaré á Flora, la que dulce rie,
La que dulce platica.


SONETO XIX.
A Juan Antonio del Alcázar, por la templanza.

Aquella sola, Flavio, suerte una
Justamente es del sabio suspirada.
Que ni falla en lo asaz ni sobra en nada,
Limitada igualmente y no importuna.
Quiero, á fuer de la toga, la fortuna
Limpia, de mi medida y concertada,
Ni con grandeza pródiga sobrada
Ni corta y miserablemente ayuna.
Llegue á los pies al tanto que ceñida
No bese el suelo, no, la toga, y sea
Tal mi suerte, que sirva y luzca toda.
No, Flavio, no la quiero desceñida
Ni arrastre, no; que el desaliño afea,
Y no honra lo que arrastra, sino enloda.


XX.
A don Juan de la Sal, obispo de Bona.

El cielo experimenta aquel propicio
A quien lo asaz da Dios con parca mano,
Fortuna honesta. y seso y cuerpo sano,
De los extremos lejos y del vicio.
No envidies, no, mal próvido. Sállelo,
En el que ves espléndido tirano.
De la humana grandeza el humo vano,
Y un mundo y otro atento á su servicio.
Cuando Guadalquivir con avenida
Soberbia hinchado sobre sus riberas.
Lanzase al mar con nías veloz corrida,
Bien así las que ves perecederas
Glorias, larde aquistadas, desta vida,
Cuando mas crecen, huyen mas ligeras.


XXI.

Esta que te consagro fresca rosa,
Primicia, Galalina, del verano,
liava virtud, locándola tu mano,
De hablarle muda así, tirana hermosa:
« lisa faz, e.«a niesma (pn; invidiosa
Vio la mañana y admiró el temprano
Sol, con desprecio la verá y ufano
El hesperio ya mustia y mentirosa.
1) Yo nací hoy tal, (|ue á enndacion del dia
Robé los ojos; ya no soy cual era;
Que la beile/.a es breve tiranía.»
Y tú ¡av! dirás: «¡Oh nunca hermosa fuera
Si así de breve marciiilarnie habia
Para mas llorar siempre que me viera! »


XXII.

El rubí de tu boca me rindiera,
A no me haber tu bello pié rendido;
Hubiéranme tus manos ya prendido,
Si preso tu cabello no me hubiera.
Los del cielo por arcos conociera,
Si tus ojos no hubiera conocido;
Fuera su polo norte á mi sentido,
Si la luz de tus ojos no lo fuera.
Así le plugo al cielo señalarte,
Que no ya solo al norte y arco bello
Tus cejas venzan y ojos soberanos;
Mas, queriendo á tí mesma aventajarte,
Tu pié la fuerza usurpa, y tu cabello
A lu boca, Amarili, y á tus manos.


ODA XII.

Ya, ya, y fiara y hermosa
Madre de los amores, quebrantado
Desamparé lu enseña, y ln, invidio^a,
A mí. ¿Tn á mí malsano, y derranuuki?
¿Qué le podré yo ser? Alvulgo vano
tiisa y silbo afrentoso;
Al sabio ¡oh cuánto espanto! y al piadoso,
¡Cuál fábula al profano!
Del venusto semblante
La ya florida tez huyó marcliita,
Y el pelo que en la frente alzó arrogaate
Cresta, desnudo otoño lo ejercita.
Ni contender con el rival podría.
Ni esperar vanamente
Crédulo amor recíproco en la ardiente
Llama sabrosa mía.
Puedo apena sufrirme
Inútil carga, y ¿hurlas ¡oh hermosa!
O provócasme seria? Y ¿conducirme
A tu milicia esperas, peligrosa?
Su Cipro ¡ay! Venus ha desamparado,
Y en fuego convertida
Y en belleza (ya tal se mostró en Ida),
Toda en mi se ha lanzado.
Ardenme aquellos ojos
Negros de la Amarili, que serenoa
Roban el sol; aquellos sus enojos
Ardenme, de sal mas que de ira llenos;
Su dulcemente acerba rebeldía,
Y de su negro pelo
El oro, el fuego. Arabia y Mongibelo
¿Tal fuego, oro tal cria?
¿Quién trocará prudente
Por cuanto el Inga atesoró, el cabello
De Amarili, y por todo el rico Oriente
Cuando ella tuerce?; Oh cómo hermosa, el cuello
A mis ardientes besos, y rogada.
Con saña fácil niega
Lo que ella mas que el mesmo que le ruega
Dar quisiera robada


XIII [2].
Al licenciado Francisco Flores, capellan de los Reyes Nuevos de Toledo.

No tiene lustre alguno la oculiada
Plata en las avarientas venas, Floro,

  1. Imitacion de Horacio, oda xxii del libro primero, á Aristio Fusco, sobre que la inocencia de vida en todo lugar está segura: Integer vitæ scelerisque purus.
  2. Imitacion de la oda n del libro 2.°, de Horacio, á Cayo Crispo Salustio, nieto del famoso historiador del mismo, nombre. Prueba que el buen uso de las riquezas y la templanza hacen al hombre dichoso: Nullus argento color est avaris.