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— Me lo dijiste anoche
y sé que tus apuros eran grandes;
¿quieres irte mañana.? Vendré en coche
para llevarte al tren.
— Lo que tú mandes.
— Pues basta de llorar; déjalo todo
y dispon el tocado y la maleta;
¿recelas ya de mí?
— De ningun modo:
pero ¿quién eres tú?
— Soy el poeta.