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B. CABRERA

es un dato directo de la observación cuyo sentido no ofrece duda alguna: se aprecia de igual modo por un hombre culto o inculto. Pero las cosas pasan de un modo muy diferente si los sucesos ocurren fuera de nosotros mismos. Un hombre que nunca haya presenciado el disparo de un arma de fuego, admitirá con no pequeña dificultad que son fenómenos simultáneos el fogonazo de un cañón lejano y el ruido producido por el disparo; ¡cuán frecuente no es, entre gente de escasa cultura, resistirse a creer que el relámpago y el trueno son fenómenos absolutamente simultáneos, y qué esfuerzos no cuesta en ocasiones hacer comprender al vulgo que los fenómenos hoy percibidos en una estrella han ocurrido realmente mucho tiempo atrás, días, años, aun siglos! Y es que para llegar al establecimiento de la simultaneidad de dos hechos que se producen fuera de nosotros, nos vemos obligados a corregir los resultados de la observación directa a causa de la velocidad de propagación de las distintas acciones que nos denuncian fenómenos distantes.

Estas correcciones, para una acción determinada, pueden hacerse fácilmente cuando se dispone de otra cuya velocidad de propagación es infinita comparada con la suya: así, por ejemplo, pueden corregirse los retardos en el sonido utilizando la luz. Pero cuando no se dispone de este auxilio, únicamente es posible establecer la simultaneidad de dos