Página:Bug Jargal (1920).pdf/65

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
61
 

que se castigaba con pena de muerte, creyó que yo venía para conducirle al patíbulo, y aquel hombre, dotado de fuerzas colosales, le decía sereno a un mero niño Estoy pronto, cuando todos los medios de huída estaban a su arbitrio.

—Que no se le haga daño a Rask—repitió de nuevo.

A esto no pude contenerme:

—Pues ¿qué—le dije—, no sólo me tomas por tu verdugo, sino que hasta dudas de mi humanidad hacia este pobre perro, que ningún mal ha hecho?

Se enterneció y se le alteró la voz al decirme, alargándome la mano:

—Perdóname, blanco, porque quiero mucho a mi perro; y los tuyos—añadió después de una breve pausa—, los tuyos me han causado muchos males.

Le abracé, le apreté la mano, le saqué de su error y le pregunté:

—Pues qué, ¿no me conoces?

—Sabía que eres un blanco, y para los blancos, por buenos que sean, ¡es un negro tan poca cosa! Además, no me faltan razones para quejarme de ti.

—¿En qué?—repuse atónito.

—¿Pues no me has conservado por dos veces la vida?

Tan extraña acusación me movió a risa, y, apercibiéndose, añadió con amargura:

—Sí, debería guardarte rencor. Me has salvado