Página:Bug Jargal (1920).pdf/79

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
75
 

cho crueles; los más compasivos o más valientes se han contentado con encerrarlos bajo llave. La población blanca pobre acusa de tales desastres a los pardos de color, y varios mulatos estuvieron para caer víctimas del furor popular; de modo que, para libertarlos, les he dado a todos por refugio una iglesia, donde están custodiados por un batallón. Por fin, ahora, para probar que no son cómplices de los negros, los pardos me piden armas y que se les señale un punto de defensa.

—No se haga tal—prorrumpió una voz, que luego reconocí por la del hacendado sobre quien recaían sospechas de no tener muy limpia la sangre, y que tuvo poco antes conmigo un desafío—. No se arriesgue usted, señor gobernador, a darles armas a los mulatos.

—Pues qué, ¿no quiere usted batirse?—le dijo con aspereza uno de los concurrentes.

Pero él, no dándose por entendido, prosiguió:

—Los mulatos son nuestros peores enemigos, y los únicos de temer. Confieso que una rebelión era de esperar; pero de su parte, y no de la de los esclavos. ¿Acaso los esclavos son nada de por sí?

El pobre hombre creía, con tales invectivas contra los mulatos, destruir en el ánimo de los blancos que le oían la idea de que perteneciese a aquella casta tan degradada; pero era demasiado ruin su intento para que se le lograse, como lo dió a entender un murmullo de desaprobación.

—Sí, señor—dijo el anciano general Rouvray—;