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PARRAFITO PROEMIAL.
Tratábase de cristianar á un niño, y antes de llevarlo al bautisterio el cura apuntaba, en la sacristía, los datos que debía consignar más tarde en el libro parroquial.
—¿Qué nombre el ponemos al chico?
—Por mí, contestó el padrino, póngale usted Tigre.
—No puede ser, arguyó secamente el párroco.
—Pues entonces, póngale usted Búfalo ó Rinoceronte.
—Tampoco puede ser. Esos son nombres de animales, y no de cristianos.
—No moje, padre! ¿Y cómo el Papa se llama León?
Al hombre de sotana y birretillo no se le ocurrió, por el momento, otra contestación que ésta:
—Ya he dicho que no puede ser. Soy camanejo, y no cejo.
—Pues yo soy de Arnedo [1] y no cedo, dijo el padrino.
Y por ese día el mamón continuó morito.
- ↑ Villa de Arnedo, hoy Chancay, á catorce leguas de Lima