fiestas semejantes son mas escasas que el pan bendito, dificiles de encontrar.
Las horas que entonces se destinaban al baile y entretenimiento, apenas bastan ahora para el toilette, en que las muchachas después de régañar y rezongos mil con la mama, con la mucama y con la modista, durante cuatro horas, se presentan en el recibo a eso de las doce de la noche, colgandose del brazo de cualquier mozalbete, cuando no del preferido con quien pierde el tiempo, y establece su temporada, su pretexto de no planchar unas veces; otras para no ajar el vestido; y otras... sin pretexto tanbién, —porque si, —nada mas; aunque el hecho sea una imitacién ridicula del gaucho mas salvaje, cuando toma en una reunion su moza, y aunque la madre la reprenda, y todo el mundo se escandalice... ¡nada! y... ¡adelante con la música, que tampoco es para bailar, sino... para pasearse, y para... todo lo que a ustedes les parezca, menos para la danza.
Por fortuna que en este caso, las Orientales — esas bellísimas mujeres, en general, -en estas materias, les llevan a las nuestras la media arroba propiamente dicho. Pero también, justo es decir, que tienen éstas el atributo de saber llevar estas extravagancias extremadamente fantasticas, en materia de modas en aquel pedazo de tierra que hoy coquetea llamandose extranjera, cuando son mas nuestras (ellas) que de Lavalleja el héroe de los 33 "treinta y tres" del himno que se cantaba entonces en honor de sus libertadores, que, hoy estoy seguro que muchos de los que gobiernan han olvidado del todo, como a ellos los olvidarán a su vez.
Antes de abandonar para siempre el recuerdo de estos simpaticos lugares de mi juventud, en que todo era de color de rosa con las espinas de la