según creo, apercibiéndome un gran barullo, corro a ganar mi casa.
Al siguiente dia se pudo averiguar que esa noche el feroz mazorquero llamado Moreira (español), embriagado, como tantas otras veces, habia ido a una pulperia de donde sacaba su gasto diario, y que habiéndole preguntado el dueño del almaoén que cuando le pagaba su cuenta, lo agarró y lo degolló; que habiendo acudido en su auxilio el dependiente, lo tomó y lo degolló también; y encontrándose una carreta a la puerta, que lo acompañaba conduciendo no sé qué, puso en ella las dos cabezas y se marchó, gritando:
" ¡A los buenos duraznos! "
Pero este crimeno atroz, dicen que no quedó impune. Un oficial de policia encontré la carreta y oyó lo que se vendia, y conociendo al hombre feroz que vociferaba dió parte a Moreno, jefe de policia, el cual, a su vez, lo puso en conocimiento del Ilustre Restauradar, que lo mandó fusilar (por éste y otro crimen atroz, cometido contra un federal), a la mañana siguiente en el cuartel de Cuitiño, lugar destinado a las ejecuciones de los Salvajes Unitarios, que escapaban al degüello de las calles.
Otro asesinato de este jáez vi perpetrar en la calle del Perú (en esa época), en la pequeña joyeria, de un cuarto a la calle, de una propiedad que seguia a la de la familia de Beláustegui, cerca de la esquina de Victoria. Era esta la cuadra, en union con la de Victoria, en dirección a la Plaza, en donde paseaba la gente esperando la retreta, chupando los riquisimos caramelos, que ya no se conocen, que se vendian en la antigua y conocida confiteria de Baldraco, junto al paredón de la carcel de mujeres.
Cuando la fiesta de las parroquias, que antes dije, se saqueaban las confiterias y joyerians fran-