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SANTIAGO CALZADILLA

que una caja de sardinas el cual a la voz de "que brinde el capitan", exclamo:

¡Oh! qué tiempos aquellos tan dichosos!
Y éstos, cuán calamitosos!
Pero como ha de ser!! ...
Brindo, por don Pedro Plomer.

Y trás esta andanada estallaban a su vez los aplausos de la concurrencia. A estas fiestas que dejaban muy atrás a las de la histórica mención, jamás faltaba solicito Mr. Le-long.

Y después, a bailar, esperando todavia el chocolate de la despedida, con la buena música, al piano, tocada por uno de esos mulatillos que nacían dar traspiés a los mismos muebles, como a los más recalcitrantes, que eran muchos, aunque no tantos como al presente, que lo son casi todos.

Y era tal la perfección con que tocaban e improvisaban los Minuetes, los Valses y las contradanzas, tomadas de motivos de operas de Rosini o Donizetti, estos célebres pianistas del pais, Marradas o Espinosa, que si alguno de ellos faltaba, la fiesta era pálida y las parejas quedaban descontentas.

En prueba de la popularidad del último, voy a referir un episodio sabroso (aunque este pertenece a 20 años después) en que, sin embargo, imperaban las costumbres de antario.

El hecho tuvo lugar son motivo de la presencia del gran pianista y compositor Segismundo Theiberg, que tomando las dos escuelas, la de la armonia y la de la brillantez, de que fué genuino interprete el pianista Enrique Hertz, Thalberg combinándolas fundó en esta reunion el sistema de sus grandes composiciones, que han quedado como un rastro de luz en el mundo del arte en sus obras magistrales, para los pianistas.