primer recién venido que conmueva su sobreexcitada y enfermiza sensualidad... Cuando la desilusión llega, seré, tarde: nada se recomienza en la vida; así como nada se crea, nada se pierde.
La separación de los sexos en la vida social, desde la infancia, tiende a hacer brutales y déspotas a los hombres; débiles y astutas a las mujeres.
Cuanto menos artificialmente se les separa, disminuye el misterio con que la imaginación sexual adorna al individuo de sexo opuesto; y con el misterio disminuyen las curiosidades inquietantes y perturbadoras.
Juntos se conocen y se complementan: los jóvenes pierden en brusquedad, en dureza, lo que ganan en delicadeza y en gracia; las niñas ganan en franqueza, en soltura, lo que pierden en ligereza de juicio, en afición a monadas, a trapos y a cintas.
Las diferencias normales, queridas por la naturaleza del ser, consecuencias del temperamento y de las funciones, no necesitan salvaguardia: aun cuando la coeducación sexual tuviera por objeto hacerlas desaparecer, no lo conseguiría: "igualdad" no significa "identidad".
Largos siglos de galantería perversa y frívola pesan sobre las costumbres europeas; nuestro pueblo, sano y vigoroso, debe tener fe en la naturaleza humana y en la libertad.
Posada se pregunta ¿por qué, si niños y niñas, hombres y mujeres, viven juntos en el comercio