aprender de memoria, de recitar ajenas teorías, engañándose el alumno a sí mismo y desviando y pervirtiendo las originales aptitudes. Y nadie tendrá, el derecho de alegar, en descargo de mordeduras de conciencia, que, como la juventud actual asimila con más facilidad que la de anteriores generaciones, lo que a uno parécele imposible, comparándolo con su pasada vida de estudiante y presente de educador, es posible en casos excepcionales. No, una y mil veces no. Concíbese un Pascal rehaciendo por sí solo, en la adolescencia, las matemáticas superiores, precisamente por ser las matemáticas creación humana, necesidad general de nuestra limitada inteligencia para clasificar y conocer lo externo a ella. Pero no se concibe poder humano alguno capaz de rehacer por sí solo ajenos sistemas filosóficos determinados, cada uno de ellos, por condiciones individuales, personalísimas, de herencia, de medio ambiente, de educación y, sobre todo, de dolorosa experiencia de la vida. Concreción de necesidades humanas dolorosamente experimentadas por el creador, cada sistema filosófico es propiedad individual no resurgible espontáneamente en la misma forma en otro individuo.