solidaridad universal, de la ley de gravitación psíquica, ante la acción ejercida sobre él por el mundo exterior.
Los dogmas especiales que presentan las religiones, y por los cuales están en conflicto con la ciencia, expresan, en realidad, no revelaciones sobrenaturales, sino el esfuerzo del espíritu humano para representarse, de una manera conforme a su desarrollo y a sus hábitos, la gravitación de lo absoluto, de lo infinito, cuyo eentimiento le es impuesto por la contemplación de la naturaleza.
El hombre, al admirar lo que le rodea, no ve falso: ve limitado.
Toda religión es la síntesis de necesidades, de aspiraciones que la ciencia aún no ha llegado a satisfacer. Así comenzó por ser el patrimonio de esa gran consoladora de la vida, de la imaginación que todo lo animó, que todo lo personificó hasta que la reflexión, la comparación y la generalización abstrajeron al hombre del mundo y de las cosas.
Las primitivas, groseras religiones, fueron superposiciones sistematizadas bajo la influencia de la necesidad y de la pasión.
En principio, fueron el conjunto de leyes que regulan las acciones y reacciones sociales entre los hombres y las supuestas potencias superiores.
Y esas leyes fueron concebidas a imageu y semejanza de las que rigen las relaciones comunes entre los hombres cuando el uno pide y el otro