Irrisoriamente el vocablo "educere", que quiere decir sacar fuera, significa hoy, en la práctica, "rellenar, echar dentro". Bajo la inspiración del egoísmo, basándose en los instintos fundamentales alrededor del que es núcleo de vida, del instinto de reproducción, la educación eslabonará las ciencias, las letras, las artes y la religión humana, para más intenso cultivo individual y más extenso provecho social.
Y habrá cesado "la lucha entre el instinto vital que crea y el instinto de conocer que destruye"; ya no más excluirá la vida interior a la acción, ni el individualismo al humanismo. El lirismo y la realidad se complementarán; el artista y el sabio se acrecentarán: la religión humana surgirá de la realidad y echará sus raíces en la necesidad de procrear; el hombre tendrá como ideal el superarse a sí mismo al cumplir la misión divina de dar vida a un nuevo ser, más perfecto que él mismo.
Y el hombre que, hasta ahora, ha distraído sus fuerzas en apoderarse de lo que lo rodea, solo entonces, artista original en el supremo arte de forjar la propia vida y con ella la vida de la humanidad, fuerte él por la posesión y gobierno de su inteligencia, de sus pasiones cultivadas y de sus instintos encauzados, con lo que poseerá el mundo al poseerse a sí mismo.
La educación, que ya no lo convertirá en pasivo instrumento de la sociedad, hará de él un activo cooperador en la obra del devenir humano, ideal en eterno perfeccionamiento.