testar, Camila abrió sus ojos y giró una mirada vaga en torno de sí. Su blanco rostro, estaba tan lívido, que mas bien parecia pertenecer á una estatua de alabastro que á una criatura humana.
Ayudada por su tia y el jóven soldado pudo ponerse de pié.
Su mirada se detuvo en este último.
Su estatura era mas bien alta que baja; su color era trigueño palido, sus hermosos y rasgados ojos negros demostraban con su dulce espresion la nobleza de su alma. Su elegante figura resaltaba bajo la celeste y humilde camiseta de cuartel. Descansaba su mano derecha sobre la boca del fusil y en la izquierda tenia el kepí que al acercarse a Da. Marta habia quitado cortesmente de su cabeza, descubriendo una ancha frente y un ondeado y negro cabello.
La mirada de Camila se encontró con la del jóven y apuesto soldado y un ligero sonroseado vino á hermosear sus megillas.
El jóven turbado por una impresion estraña saludó con una graciosa inclinacion de cabeza.
—Quieren Vds. tener la bondad de aceptar mi brazo, aunque no sea mas que hasta dejar á Vds. dentro de trincheras?
—Acepto con mucho gusto la comedida oferta de Vd., contestó Da. Marta, tomando el brazo derecho del jóven.
Este despues de dejar su fusil en una zanja impediata ofreció el izquierdo á Camila.