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Página:Canciones en la noche.djvu/20

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Cuantas veces sentimos de Dios las huellas
En el sublime de una noche de estrellas
Mientras el viento gime viejas querellas.

Cuantas veces la luna besó su frente,
Alumbrando su rostro resplandeciente,
Y se durmió en sus ojos de fuego ardiente.
 
Cuantas veces en ensueños celestiales
Murmuré a su oído tiernos madrigales
Mientras temblaban de frío los rosales.

Decía que me adoraba con locura,
Que ya en su alma blanca no había amargura,
Que sólo sentía una inmensa ternura.

Tenía en los ojos un verso de Verlaine,
Tenía en los labios un lied del gran Heine
Convirtió la tierra en un florido Edén.
 
Un día no hallé por el mundo sus rastros
Se fué... buscaba a sus hermanos: los astros
Y consteló en el cielo sus puros alabastros.

Y aquella muchacha de encanto auroral
Tan pura, tan buena, tan llena de ideal
La más bella rosa del bello rosal
Ahora es un sueño de luz sideral.