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Ah, pobre amigo mío,
Te has muerto, te has ido...
Tal vez estaba escrito.
Ya nunca más veremos
Tus ojos húmedos de versos,
Tus ojos plenos de amistad
De amor y de sinceridad.
Ya no vendrás en una tarde
A sentarte en el mismo sillón lacre
A discutir cuestiones de arte.
Ya no vendrás cansado un día
Lleno de dulzura y de unción,
A recitarme blandamente
Con los ojos empapados de Dios.
No pondrá su dulzura en mi alcoba
Tu voz que susurraba en armonías:
«¿Porque te apareciste por mi senda a esta hora
Cuando ya es imposible verter las melodias?»
Te acuerdas de esa tarde en mi escritorio
Cuando tomando el té
Nos recitamos versos mutuamente
Bajo las sacrosantas miradas de Verlaine?