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to servir á tus aborrecibles designios; pero, ¡cuidado al fin!
—¿No poseen ningun recurso, ni cuentan con asilo? gritó Scrooge.
—¿No hay prisiones? respondió el espíritu devolviéndole irónicamente, y por la vez postrera, sus mismas frases.
En el reloj daban las doce.
Scrooge buscó al espectro, pero ya no lo vió. Al sonar la última campanada, hizo memoria de la prediccion del viejo Marley, y alzando la vista divisó otro aparecido de majestuosa apostura, envuelto en una túnica y encapuchado, que se acercaba deslizándose sobre el suelo vaporosamente.