Página:Cantico de Navidad.djvu/146

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A todos les dedicó un chiste. Examinó la obra de Mrs. Cratchit y sus hijas y la elogió mucho.

—Esto lo acabareis antes del domingo.

—¡El domingo! ¿Habeis ido hoy? le preguntó su esposa.

—Sí, querida mia. De consertirlo esos trabajos que llevais, hubiera deseado que viniérais conmigo. No puedes figurarte qué verde está el sitio. Pero lo visitareis con frecuencia. Le prometí que iria á pasear un domingo..... ¡Oh hijo mio! exclamó Bob; ¡pobre hijo mio!

Y rompió á sollozar sin poder contenerse. Para contenerse hubiera sido necesario que no acabara de experimentar la pérdida de su hijo.

Salió de la sala y subió á una del piso superior, vistosamente alumbrada y llena de guirnaldas, como en tiempo de Navidad. Allí habia una silla colocada junto á la camita del niño, en la que se veian señales indudables de que alguno acababa de ocuparla. El pobre Bob se sentó tambien, y cuando hubo reflexionado un poco, y calmándose, imprimió un beso en la frente del niño: con esto se resignó algo y bajó de nuevo casi feliz..... en la apariencia.

La familia le rodeó y entablaron conversaciones: la madre y las hijas trabajaban siempre. Bob les habló de la singular benevolencia con que le habia hablado el sobrino