Se oyeron risas comprimidas, pero yo me mantuve inflexible, y así terminó mi última comida en el colegio Glumper.
—Lo deploro por vos, me dijo Rogers.
—Y yo, contesté sonriendo, por...
—Pensaba en mi madre, pero no me atreví á declararlo y callé.
—Por lo que pueda ser, voy á consultar al consejo.
—A poco estaba reunida la asamblea. Rogers habló con su acostumbraba elocuencia, diciendo que no podia haber sido confiada á persona más digna la suerte del colegio; que era un acontecimiento tal, que todos los ojos en Glumper-House: después me preguntó de cuánto dinero disponía, y le contesté llanamente:
—Dieciocho peniques.
—Precisamente esa cantidad ha sido base de considerables fortunas, observó Rogers enfáticamente. Comenzó á trabajar con media corona: ó, los principios de este gran ciudadano fueron de los más humildes, con dos chelines y seis peniques llegó á hacer un capital de dos millones de libras.
Hice presente á Rogers que no me encontraba en posesion de la cantidad que se suponia como principio de una fortuna.
—Es verdad, pero la tendreis. Aquí van seis peniques; y si, como confío, os haceis rico, acordaos de vuestro antiguo compañe-