Página:Cantico de Navidad.djvu/192

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Al día siguiente Zell me dió una carta para llevarla á una tienda y á un desconocido que me la pediria. No ví ninguno en este caso, y haciendo tiempo por no volver á Zell sin haber ejecutado la comisión, se presentó un carruaje del cual bajó un caballero guapo, de retorcidos bigotes y con aspecto militar. Tenía mucha confianza con la dueña de la tienda, porque se estuvo bromeando con ella. Por si acaso era aquel mi desconocido, pasé por delante llevando la carta en la mano, y los dos salimos.

—Dádmela, me dijo: tomad esto y esto, añadió entregándome otra carta y media corona: volved mañana por la mañana.

Rechacé su dinero, diciendo que no me hacía falta, asegurándole del cumplimiento de su mensaje, y mirándome sorprendido, se alejó.

La alegria de Zell fué extremada: me recompensó acariciando con su sedosa mano mi cabellera. Díjome que aquel era Jhon Leveless, hijo del orgulloso conde San Buryan, y que estaba reñido con su padre porque no le quería dejar casar con una jóven sin dinero é hija de judío: de esto procedia el secreto de las entrevistas.

Al dia siguiente Sir Jhon fué exacto á la cita. Como no estábamos lejos del rio y necesitaba hablar conmigo, segun manifestó, nos metimos en una lancha.