campanillas terminaron cual si todas hubieran empezado á la vez. A este ruido sucedió otro de hierros que procedía de los subterráneos, como si alguien arrastrase una larga cadena sobre los toneles del almacenista de vinos. Scrooge recordó entonces haber oído referir, que en las casas donde existían duendes, éstos se presentaban siempre con cadenas.
La puerta de los subterráneos se abrió con estrépito, y el ruido se hizo perceptible en el piso bajo; después en la escalera, hasta que, por último, se fué acercando á la puerta.
—Lo dicho. Tonterías; exclamó Scrooge: no creo en ellas.
Sin embargo mudó muy pronto de color porque vió al espectro, que atravesando sin la menor dificultad por la maciza puerta fue á colocarse ante él.
Cuando la aparición penetraba, el mezquino fuego despidió un resplandor fugaz como diciendo: «lo conozco: es el espectro de Marley» y se extinguió.
La misma cara, absolutamente la misma. Marley con su puntiaguda coleta, su chaleco habitual, sus pantalones ajustados, y sus botas, cuyas borlas de seda se balanceaban á compás con la coleta, con los faldones de la casaca, y con el tupé.
La cadena con la que tanto ruido hacía la llevaba ceñida á la cintura, y era tan lar-