Y levantando la cadena todo lo que permitía el brazo, como para mostrar la causa de sus estériles lamentos, la dejó caer pesadamente en tierra.
—En esta época del año es cuando sufro más, murmuró el espectro. ¿Por qué he cruzado yo, á través de la multitud de mis semejantes, siempre fijos los ojos en los asuntos de la tierra, sin levantarlos nunca hácia esa fulgurante estrella que sirvió de guía á los reyes magos hasta el pobre albergue de Jesús? ¿No existían otros pobres albergues hácia los cuales hubiera podido conducirme con su luz la estrella?
Scrooge estaba asustado de oír explicarse al aparecido en semejante tono, y se puso á temblar.
—Escúchame, le dijo el fantasma: mi plazo va á terminar pronto.
—Escucho, replicó Scrooge, pero excusad todo lo posible y no os permitáis mucha retórica: os lo ruego.
—Por qué he podido presentarme así, en forma para vos conocida, lo desconozco. Muchas veces os he acompañado pero permaneciendo invisible.
Como esta indicación no encerraba nada de agradable, Scrooge sintió escalofríos y sudores de muerte.
—Y no consiste en esto mi menor suplicio, continuó el espectro... Estoy aquí para deciros que aún os queda una probabili-