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Del hado á la potencia soberana.
Y tú á quien ya desde mi edad primera
Honrando siempre invoco,
Bella Muerte, en el mundo
Propicia sola á los humanos duelos,
Si alcé mi voz en tu loor, si quise
A tu esencia divina
Del vulgo ingrato compensar la afrenta,
No tardes más, á inusitados ruegos,
Cerrando ya á la luz mis tristes ojos.
¡Reina eterna del tiempo! hora te inclina.
Cualquier sea el instante
En que las alas á mi voz despliegues,
Alta la frente me hallarás, armado,
É indomeñable al hado;
La mano que azotándome se tiñe
En mi sangre inocente
No alabaré, no besaré, cual hace
Por vil costumbre la terrena gente;
Toda vana esperanza con que el mundo
Cual niño se consuela, toda necia
Confortación rechazaré; ni alguna
He de esperar jamás sino á tí sola;
Sólo aquel día esperaré sereno
En que recline adormecido el rostro
En tu virgíneo seno.

Mayo de 1883.