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ven.... ¿no oyes en las colinas y en los valles resonar el eco de tu nombre? Pero ¡o Dioses! ¿á donde me extravían mis esperanzas? ¿Es acaso una ilusion de mi deseo, ó Delia es sensible á mi amor? Pero ella viene.... Delia viene.... céfiros, dejad de volar, y no os lleveis sobre vuestras alas mis tiernos suspiros.”
En seguida cantó Nemorin, y le compadecieron las selvas de Windsor, atentas á su voz.
“Musas, dignaos repetir lo que vos mismas habeis inspirado.
„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. Yo me quejo de la perjura Doris. ¡Si siquiera los objetos que me rodean fuesen sensi-