Página:Carnelli Quiero trabajo.djvu/53

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Hi

mujeres y tu tienes un cuerpo magnífico, verdaderamente magnífico. Me alegra tu de- cisión. Antes la estética que la ética, vidi- ta...

Sí. La luz roja del velador que agranda- ba caprichosamente las sombras en la pa- red daba a mi piel una tonalidad extraña y ardiente. Bajo el cálido resplandor, la com- ba pura de mi vientre y mis senos se encen- día de gracia, urgiendo su entusiasmo viril.

Quería intacta mi entraña para su goce y su caricia.

Ibamos siempre por caminos distintos.

Con las manos bajo la nuca, mirando el decorado del techo no escuché ya sus pala- bras, sola otra vez, entonces y siempre, ha- blé con mis lejanos recuerdos: Cuando era niña tampoco supe conservar muñecas. Era lo inevitable. A pesar de mi empeño, de mi cuidadosa solicitud, un destino adverso las estrellaba contra el suelo.

Filosofando limpié de amargura mis pen- samientos, habría que aceptarlo todo así, adaptándose a la realidad, insensiblemente?

Los besos ávidos, prolongados y lentos hacían vibrar la tensa ramazón de mis ner- vios.

Cerré los ojos y puse en las blandas ma-