IIO ADOTJ-‘O P. CARRANZA
aquella sociedad y se hizo querer tanto que aim no se llan olvidado las sin1pa— tias que inspiré en ella.
S11 casa era alegre, hospitalaria; alli concurrian los oficiales, amigos del puc- blo natal y los jévenes (le la localidad que se agregaron, Palma, Diaz, Correa cle Saé, los Zuloaga y Corvalim, que unidos :1 los anteriores, cruzaron los An- (les y se pasearon vencedores y aplaudi— dos en la ciudad de los Reyes.
Cuando el ejército marché, en enero de 1817, el General en Jefe también dejé el hogar, y éste, desde entonces, no le Vic’) sino de paso, antes 6 después de sus victorias.
Un dia del afio 1819, San Martin ma- nifesté a su esposa que convenia regre- sase al lado de sus padres, y ella, tan tierna hija Como‘ obediente consorte, asi
lo hizo, llevando muy pequefia :1 la que-
después fué la sefiora de nuestro mi- nistro en Francia, don Mariano Bal- carce.
Vivié en Buenos Aires, en casa de sus padres, esperando siempre la vuelta anunciada de su esposo.
Estabaabatida y ‘enferma, y‘ la muerte