18 ADOLFO P. CARRANZA
Se reunieron en la casa de Escalada, varias señoras y niñas, que han pasado á la historia bajo la denominación de Sociedad Patriótica.
El reloj cuya campana oímos sonar todavía y que perteneció á su hogar, marcó la hora en que se juntaron las que debían producir el documento re- dectado por Monteagudo, en que mani- fiesta que: “cuando el alborozo público lleve hasta el seno de sus familias la nueva de una victoria, podrán decir en la exaltación de su entusiasmo: Yo ar- mé el brazo de esc valiente, que aseguró su gloria y nuestra libertad ”.
Eran las doce de la noche, cuando se retiraban las unas y se quedaban las otras, comentando su actitud, que había de producir honda sensación al publicar- se en la Gaceta.
El enemigo las acechaba en la sombra, pues en esa semana y en altas horas, Alzaga y sus cómplices, preparaban el golpe que por fortuna resultó contra ellos.
Al día siguiente los miembros del go- bierno se imponían de la abnegada y altiva comunicación, y mientras agrade-