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“¡Olas, tened un momento
vuestra diabólica danza!
¡Que alguien pueda socorrerme!”
dice una voz angustiada.
Y cada ola responde
con un rugido que espanta:
“Muera quien muera ¡qué importa!
si yo hago lo que me agrada”.
Vosotros, los que miráis
indiferentes las lágrimas
vertidas por vuestra culpa
sin procurar enjugarlas;
los que no tenéis escrúpulo
de levantar vuestra casa
sobre. las ruinas de aquella
que destruyó vuestra infamia;
los que hacéis la caridad
no la que en Dios nos hermana
—esa. que alivia dolores
en el cuerpo y en el alma,