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a saciar de las flores
la sed que las agosta,
y a dar verdor al campo,
y a refrescar la atmósfera.
Y luego, cuando cesa
la lluvia, me alboroza
oir a los horneros
que ríen más que entonan
su canto, porque hay barro
para su nido en obra.
Y cuando ni sonido
ni ruido alguno roza
mi oído, me embelesa
percibir el aroma
de alguna flor que a mi alma
le dice: no estás sola...
Y por fin, en los días
que me traen congojas,
los versos ¡oh! los versos
me alientan y confortan,
más si dicen de un alma
las virtudes heroicas
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